sábado, 21 de abril de 2007

Da todo por quién ames

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital, conocí a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse
aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermanito de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: "Si, lo haré, si eso salva a Liz."
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al ladode la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció.
Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: "¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo solo un niño, no había comprendido la explicación que el doctor le había dado; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aun así se la daba.
Enviado por Gabriela Ríos.

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