domingo, 24 de junio de 2007

A los revolucionarios

De pronto me atropelló la urgente necesidad de sentarme a escribir, hace días que vengo posponiendo esta cita.
Hoy terminé de leer “muertos de amor” de Jorge Lanata, un libro que habla sobre la guerrilla en Argentina ( 1.963-1.964). Y no pude evitar cuestionarme ciertas ideas políticas, y si digo cuestionarme porque el relato de alguna manera rompió ciertas estructuras en mi que yo creía firmes.
“Somos hombres de la revolución” dice el pupi, sin aclarar lo que eso implica; matar, matar a cualquiera que piense distinto aunque sea uno de ellos.
Todavía mis ideas revoloteaban dudosas en mi mente, cuando alguien se sentó frente a mi y comenzó a preguntarme de manera “casi” inocente cual era mi postura ideológica. Intenté darle forma a mis respuestas, que sigan una línea de coherencia. Sin embargo uno a uno de mis sueños juveniles fueron deslizándose a una cuerda floja, la puta que es difícil mantener las ideas en pie!.
Levemente aturdida por mi fracaso intelectual (la memoria me falla últimamente) comencé a escabullirme por laberintos equívocos, que finalizaron en el clásico “no sé, puede ser”, cuyo secreto radica en dar la razón, sin darla del todo.
Perdida entre las frases que intentaba resolver, sonaba tan ingenua con mis pequeños ideales de cambio social que ahora me dan ganas de reírme.
A veces es difícil aceptar las limitaciones que uno tiene, y al llegar a este punto todo se derrumba... agacho la vista como si escondiera algo y me dejo vestir por el silencio, que en estos casos suele ser un buen abrigo.
Pero si hablamos de revolución, revolución es la que hay en mi cabeza la que me atormenta día y noche. A medio año de recibirme , con estas ganas de largar todo a la mierda y adelantar mi proyecto de verano, sentarme a derramar cada una de las inquietudes que me perturban, calmar la angustia que me provoca la espera. Ganas de jugármela a todo o nada, y dejar de traicionarme a diario.
Pero el miedo me pega una cachetada y da vueltas mi mundo en 180 grados: tengo que terminar la carrera, no puedo abandonarlo todo ahora sino nunca voy a poder terminar nada. “Tengo que alcanzar mi meta” y otra vez ese tipo jodido que te clava las responsabilidades y se va, sí te las clava; te adormece determinados puntos sensoriales para que no te salte la térmica y desencajes en la estructura social, la intención es que te amoldes al común de la gente que seas un laburante, que consumas todo lo que el mercado ofrece y que no jodas a nadie.
¿Sabes dónde te podes meter tu “tengo que”? pero es tarde y el tiempo no alcanza, son casi las nueve y tengo clases.
Mientras la vida me pasa en este café vuelvo a pensar en la revolución, en la aventura que eligen algunos idealistas en “pro de la humanidad”.
Sin duda un grupo de manifestantes que luchan por la igualdad entre todos los hombres, es la miel para algunos abejas soñadoras que quieren ser parte de la historia, yo creo que algo de búsqueda del reconocimiento social hay metido allí.
Y acá como una pelotuda escribiendo mi tonta reflexión, sabía que pasaría, casi hasta esperaba su visita lastimosa. Una joven de aspecto desgrañado me pìde ayuda: vende una lapiceras por la módica suma de $2. He aquí las opciones:
Se la compro y contento de esa manera a mi conciencia
No se la compro, y me banco la culpa.
Yo puedo hacer más por esta gente pienso y no le compro nada, porque sentada acá calentita y con la panza llena estoy cómoda.
Miro la realidad a través de una ventana, llueve tanto, ¿qué clase de conocimiento cierto puedo obtener así? ¿ y cómo puedo reflexionar sobre cosas tan abstractas que no toqué que no viví? Pero que de algún modo las sentí. Quisiera correr a esa chica y preguntarle cómo es su vida, quisiera tener las pelotas para ir a hablarle ¿quiero hablarle?. En eso veo que el mozo se le acerca y le explica con su mejor cara de culo que adentro no se puede vender, la chica se dirige hacía la puerta y se va.
Y claro nadie quiere enfrentarse con su propia mierda cara a cara, porque esa chica representa las miserias humanas que cada uno es capaz de producir. Algunos de compran, otros no pero TODOS la ven.
Y estos revolucionarios, humanistas, comunistas que son capaces de ir a la guerra por el bien del mundo. Pero no son capaces de sentarse a escuchar primero que quieren, que necesitan.
“no, no porque ellos no saben son ignorantes no tuvieron las mismas posibilidades que nosotros”dirá alguno. Gran excusa para presentarse como el gran dueño de la verdad y querer inyectarla en el inconsciente colectivo, muy buena técnica de adiestramiento.
Tan fácil caer en el error de pensar que yo sé más, que tengo que enseñarles, que tengo más para dar que lo que ellos me pueden ofrecer o demostrar.
Tan fácil y tan tentador dejarse caer por ese tobogán que hasta yo caigo.
La humildad es un adorno que no cotiza alto en el mercado, y poco a poco esta tendiendo a desaparecer.
Sabiendo y tomando plena conciencia de que soy arrogante, ingenua y algo caprichosa escribo estas líneas para quien quiera leerlas.
Escrito por: Richarte M. Aracy

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