viernes, 7 de septiembre de 2007

Secretos que guardan las calles porteñas

Buenos Aires - Argentina - Un sistema de correo por 60 km de tuberías, un zoo en el sur y un matadero en Recoleta. El arroyo Medrano se cruzaba en góndola. Y dicen que quedan restos de la penitenciaría en el parque Las Heras.
Buenos Aires nació dos veces. La primera fue el 3 de febrero de 1536, cuando Pedro de Mendoza erigió un pequeño asentamiento que sólo duró cinco años y fue diezmado por el hambre. El segundo nacimiento fue el definitivo y ocurrió cuando Juan de Garay llegó desde Asunción con 60 guaraníes, diez españoles y una mujer para establecerse. El 11 de junio de 1580 fue el acto fundacional y se determinaron los límites del casco urbano, con epicentro en la actual Plaza de Mayo.
Desde su fundación, la metrópoli vive una continua metamorfosis. Los cambios son tan vertiginosos, que detrás quedan muchas historias y lugares que caen en el olvido. Aquí se rescatan cinco de estos secretos que se esconden en las calles de la Ciudad.
La cárcel sigue ahí, bajo tierra
Pocos recuerdan cuando, donde hoy está el parque Las Heras, se levantaba la Penitenciaría Nacional, inaugurada hace 130 años y demolida en 1962. Y lo que nadie sabe es que parte de aquella cárcel permanece bajo tierra. La prisión fue diseñada según el modelo panóptico de Bentham. Había cinco pabellones de dos pisos y 120 celdas cada uno y otros dos de 52 celdas. Todos confluían en una garita central. En el subsuelo había talleres y depósitos de comida, que era transportada al centro de observación en zorras que iban por vías subterráneas.
"Todo esto sigue ahí, rellenado con escombros del propio penal —dice el arqueólogo urbano Daniel Schavelzon, que planea excavar en el parque—. También están los pozos de basura. La investigación revelará cómo vivían los presos, qué comían, si había enfermedades. Hasta se podría recuperar un sector como museo".
Según las crónicas de la época, el régimen era estricto. De día,los presos trabajaban y tenían prohibido hablar. De noche, los aislaban en celdas individuales. Recién en la primera década del siglo XX se eliminó el silencio obligatorio. Y en tiempos de Roberto Pettinato como director nacional penitenciario, los internos fueron llamados por su nombre en vez de por su número de penado.
La rigidez no impidió escapes memorables. Como el del 23 de agosto de 1923, cuando 14 presos huyeron por un túnel de 24 metros de largo y 60 centímetros de diámetro cavado a partir de un baño. Pero el preso número 15, Hans Wolf, le arruinó el escape a otros 40: se metió con los pies para adelante y se atoró. Schavelzon afirma: "Como los rellenaban con cemento, seguro que quedan restos de estos túneles".
Zoo en Parque Patricios
Detrás de la calesita de Parque Patricios, hay un edificio que emula al Templo de la Fortuna Viril de Roma. Rodeado por una cerca, no tiene placas que indiquen que, en realidad, se trata del último vestigio de un Zoológico: su antigua confitería.
El 22 de septiembre cumpliría un siglo. El Zoológico del Sud fue creado por orden del intendente Carlos Torcuato de Alvear, como una sucursal del de Palermo. El encargado de abrirlo fue el director de éste, Clemente Onelli. Al principio consistía en un recinto circular con un camello de Bactriana, un dromedario, dos cebúes del Ganges y dos de Ceylán, dos guanacos, dos avestruces y un casoar. En 1912, se incorporó una cabrería. Y dos años más tarde, se lo reinauguró con una batería de edificios que se asemejaban a ruinas romanas.
El autor de la idea fue el propio Onelli, oriundo de Roma. Según recuerda una publicación del Ateneo de Estudios Históricos de Parque de los Patricios, el pabellón de los felinos y los osos era una copia del Acueducto de Claudio. El depósito de forrajes estaba en el "Ara de Júpiter", las aves exóticas en el "Erecteón" y había un "Palomar romano". Mientras, sobre Caseros estaba el "Templo de Vesta", que encerraba aves de gran envergadura.
En 1924, Onelli murió y también su Zoológico. Hoy sólo queda su confitería abandonada. El resto fue demolido y su predio es ocupado por un polideportivo.
La góndola de Saavedra
La avenida García del Río surca el barrio de Saavedra de una manera bastante caprichosa. Es que antiguamente, por allí pasaba a cielo abierto el arroyo Medrano, que nacía en la localidad de San Martín, cruzaba la actual avenida Cabildo y desembocaba en el Río de la Plata. Antes, justo donde hoy se encuentra el Parque Saavedra, el arroyo formaba un lago natural.
El 27 de abril de 1873, cuando se fundó oficialmente el barrio de Saavedra, esta geografía resultó perfecta para la creación de un paseo. Así, ese mismo día, nació el Parque Saavedra, que por entonces recibió el nombre de Paseo del Lago.
El parque contaba con un torreón colonial en la entrada y un molino holandés. En el lago había un puente levadizo, imitando vagamente aquellos de la lejana Venecia. La copia no se detenía ahí: también había góndolas, que recorrían el arroyo desde Cabildo hasta el lago. Hoy, éste ya no existe y cuesta imaginar góndolas navegando por la avenida García del Río. El arroyo Medrano corre entubado desde 1938.
El hueco de las Cabecitas
La Plaza Vicente López hoy está enclavada en uno de los barrios más caros y elegantes de la Ciudad. Pero hace un par de siglos, nadie quería acercarse a Recoleta porque había un olor hediondo y penetrante: en esa plaza, por entonces conocida como el "Hueco de las Cabecitas", se arrojaban las cabezas del ganado faenado en los Mataderos del Norte o de Recoleta.
Hacia 1772, según quedó registrado en un plano del "Piloto agrimensor de la Ciudad" Cristóbal Barrientos, donde ahora está la plaza había hornos de ladrillos. Según cuenta Ricardo Llanes en su libro "Antiguas plazas de Buenos Aires", cuando estos hornos cesaron de funcionar dejaron una gran hondonada en el terreno, que las lluvias convirtieron en laguna. Las esclavas solían frecuentarla para lavar la ropa en sus aguas. Y los mozos de los corrales iban para bañar a sus caballos.
En 1775, entre las actuales avenidas Pueyrredón y Las Heras y las calles Azcuénaga y Pacheco de Melo se instalaron los Corrales o Mataderos del Norte. En aquel tiempo, la zona no era precisamente paqueta: en los alrededores pululaban los reñideros de gallos, casas de juego y despachos de bebidas.
Las carretas que transportaban el ganado faenado, sobre todo ovejas y carneros, subían pesadamente por Las Heras, que por entonces se llamaba "Camino de Chavango". Y al llegar al terreno se deshacían de las cabezas de los animales para aligerar la carga. Estas cabezas quedaba ahí, a la intemperie, formando grandes pilas en descomposición y a la merced de perros y roedores. El olor era insoportable. En aquella época, todo solar sin construir era llamado "hueco".
Y a éste entonces, lo bautizaron "de las Cabecitas".
En 1867, en ese lugar se instaló un Mercado que recibió el nombre de "6 de Junio". Pero la gente siguió llamándolo Hueco de las Cabecitas. La plaza recién aparece en los planos como Vicente López en 1896.
Correo neumático
En la Plaza Congreso, a unos metros de Rivadavia y Montevideo, hay una entrada muy parecida a las del subte. Hasta hace unos años, tenía un cartel que decía "Correos y Telégrafos". Es que esa escalera conducía a un puesto de las instalaciones del correo neumático subterráneo. Este sistema transportaba correspondencia por debajo de la Ciudad. Los mensajes se encerraban en torpedos o cápsulas que eran impulsados dentro de tuberías por medio de aire comprimido.
El director técnico de la obra fue el ingeniero Otro Krause, que empezó a diseñarla en 1888. El servicio recién funcionó desde 1934. Contaba con una red de 60 kilómetros de tuberías. En la actualidad, por parte de estas tuberías pasan cables. Otras quedaron abandonadas.
Por: Nora Sánchez

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