viernes, 10 de agosto de 2007

El Fotógrafo de Evita

Pinélides Aristóbulo Fusco tenía 35 años cuando recibió un llamado que le cambió la vida.
Era un periodista de la Editorial Julio Korn –la empresa que editaba las exitosas Radiolandia y Antena–, en la que él colaboraba como fotógrafo. Era un domingo de 1948 y la voz del otro lado de la línea le ordenaba que tenía que salir inmediatamente hacia la quinta de San Vicente, para fotografiar a Juan Domingo Perón y a Eva Duarte.
Una vez terminada la sesión Eva se acercó y le dijo: “Quiero las fotos mañana a las seis de la mañana en mi despacho”.
Fusco, que en ese momento también trabajaba como profesor de Literatura en varios colegios de Capital Federal, no se animó a contradecir semejante pedido. Se fue a su casa, en la calle Pavón y 24 de Noviembre, y en el pequeño laboratorio que tenía armado en el lugar, se pasó toda la noche revelando y copiando para cumplir con lo prometido.
A la hora señalada, se presentó con su pila de fotografías. Eva las miró una a una, en silencio, y cuando llegó a la última le entregó una tarjeta y le dijo: “Si le interesa trabajar con nosotros vaya a ver a este señor de mi parte”. El nombre que figuraba en la tarjeta era el de Raúl Alejandro Apold, subsecretario de Prensa y Difusión del gobierno.
A partir de ese momento Fusco, hijo de un matrimonio de socialistas que había elegido llamarlo con tan extraños nombres para evitar los del santoral, dedicó todas sus tardes a retratar a la pareja presidencial. En los actos oficiales, y también en los momentos de intimidad de su vida cotidiana.
Gracias a sus imágenes hoy podemos descubrir una Evita de entre casa, descontracturada, sin maquillaje, con el pelo suelto y al viento. Detrás de su cámara, Fusco fue testigo privilegiado de momentos clave de la historia argentina: el renunciamiento de Eva en Plaza de Mayo, y el momento en que votaba, ya enferma, por primera vez.
Pionero.
Las biografías de Fusco destacan que fue un pionero del fotoperiodismo color en la Argentina. En 1953 fundó junto a un grupo de reconocidos fotógrafos, Carpeta de los Diez, el primer grupo independiente de la fotografía nacional. Annemarie Heinrich, Anatole Saderman, Hans Mann, Jorge Friedman, Alex Klein, Ilse Mayer y José Malandrino eran parte de esa troupe que buscaba imponer una nueva forma de analizar las fotografías, con una mirada distinta a la de los fotoclubes de la época.
Pocos años después, en 1956, Fusco junto a Jacoby se sumaron al proyecto de Sameer Makarius y crearon el Grupo Forum. Este tenía ideas aún más radicalizadas en torno a la fotografía, pretendía “reflejar nítida y simbólicamente nuestra forma de vivir, de sentir y de pensar, fijándola con claridad e inequívocamente por medio de la fotografía...”, según expuso Aldo Pellegrini, con motivo de la primera exposición del grupo en el Museo Eduardo Sívori.
Amigo del director de cine Luis César Amadori, Fusco también retrató a importantes divas de la época. Gina Lollobrigida, las hermanas Mirtha y Silvia Legrand y Zully Moreno, fueron algunas de las estrellas que posaron para su cámara.
Las imágenes prohibidas.
Fusco fue fotógrafo oficial de Perón hasta que la Revolución Libertadora de 1955 lo derrocó del gobierno.
Según cuenta Alejandro, su hijo, a partir de ese momento el fotógrafo decidió cerrar con candado esa época de su vida y muchas de las anécdotas y secretos vividos junto al matrimonio presidencial se los llevó con él, cuando murió en 1991.
A partir de la difusión del decreto-ley 4161 que prohibía “la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes”, entre otras cosas, Fusco decidió que debía esconder su preciado archivo, para no poner en peligro a su familia. Le entregó todo el material a su hermano, Dagoberto Arístides, quien las tuvo ocultas durante mucho tiempo, sin decirle a nadie dónde estaban.
En la etapa postperonista, Fusco siguió trabajando como profesor, se jubiló como rector del Nacional San Martín y se dedicó a la fotografía publicitaria e industrial. Su hijo Alejandro comenta que no le faltaron ofertas de productoras internacionales y nacionales que querían comprarle sus fotos de Eva. Pero Fusco, fiel a sus principios, era terminante: “Les agradezco muchísimo, pero no puedo cobrar por un material que ya me han pagado”, respondía. Hoy su legado está en manos de su familia, que por primera vez decide dar a conocer estas postales únicas de la historia argentina.

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