lunes, 20 de agosto de 2007

Víctor Jara (1932 - 1973)

Procedente de una familia campesina, Víctor Lidio
Jara Martínez se convirtió en un referente internacional
de la canción reivindicativa y de cantautor. Fue asesinado durante la represión que siguió al golpe de estado del
General Augusto Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.
"Que el canto tiene sentido,
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra."

"Ahí donde llega todo
y donde todo comienza,
canto que ha sido valiente
siempre será canción nueva.”

Su niñez
Hijo de padres campesinos, inquilinos de la pequeña localidad de Quiriquina, a 30 minutos de Chillán, en donde se arraiga un profundo folclore. Su padre, Manuel Jara, trabajaba en las labores propias del campo intentando arrancar algún rendimiento a la parcela que le habían dado en alquiler, rendimiento exiguo que se consumía antes de su consecución en gastos anticipados de harina, azúcar, mate y, acaso, una vez por año, un poco de tela para confeccionar ropa. Su madre, Amanda, cantora (con un amplio conocimiento de la cultura popular, originaria del sur de Chile y con sangre Mapuche en sus venas), tocaba la guitarra con la que acompañaba sus canciones a la luz de las hogueras en torno a las que se reunían los vecinos y trabajadores y a cuya luz jugaban los niños y Víctor se tumbaba a ver las estrellas por la noche. La familia se completaba con María, Georgina (Coca), Eduardo (Lalo), Víctor y Roberto, el menor.
Desde niño, a la corta edad de seis o siete años, Víctor Jara se vio obligado a acompañar en los trabajos del campo a su familia y a realizar todas la labores propias encargadas a los niños (buscar agua, leña...). La actividad de cantora de su madre le produjo el primer contacto con la música. La acompañaba a todos los acontecimientos a la que era requerida (bodas, bautizos, velatorios...). La mala relación con su padre provocó que Víctor se uniera más a su madre, quien se preocupó de la educación de los hijos mandándolos a la escuela, en donde Víctor enseguida destacó.

El seminario
Se trasladaron a la Población de Nogales donde volvió a encontrarse con Julio y Humberto Morgado, compañeros de la escuela primaria. La familia Morgado proporcionó a Víctor comida y cama. Víctor dejó los estudios y trabajo en una fábrica de muebles y ayudaba a Pedro Morgado, padre de sus compañeros, en su trabajo de transportista.
Por consejo del padre Rodríguez ingresa en el seminario de la Orden de los Redentoristas en San Bernardo.
Víctor recordaba así su decisión:
Para mí fue una decisión muy importante ingresar al seminario. Al pensarlo ahora, desde una perspectiva más dura, creo que lo hice por razones íntimas y emocionales, por la soledad y la desaparición de un mundo que hasta entonces había sido sólido y perdurable, simbolizado por un hogar y el amor de mi madre. Yo ya estaba relacionado con la iglesia, y en aquel momento busqué refugio en ella. Entonces pensaba que ese refugio me guiaría hacia otros valores y me ayudaría a encontrar un amor diferente y más profundo que quizá compensaría la ausencia de amor humano. Creía que hallaría ese amor en la religión dedicándome al sacerdocio.
Dos años después, en 1952, abandonaría el seminario al darse cuenta de su falta de vocación, del que recordaría positivamente el canto gregoriano y la parte de interpretación de la liturgia. Cuando sale del seminario va a realizar el servicio militar.

La música y el teatro
A los 21 años entra en el coro de la Universidad de Chile y participa en el montaje de Carmina Burana, comenzando así su trabajo de investigación y recopilación folclórica. Tres años más tarde forma parte de la compañía de teatro "Compañía de Mimos de Noisvander", y empieza a estudiar actuación y dirección en la Escuela Teatro de la Universidad de Chile.
En 1957 entra a formar parte del grupo de cantos y danzas folclóricas Cuncumén y conoce a Violeta Parra que lo anima a seguir cantando.
Con 27 años, en 1959 dirige su primera obra de teatro Parecido a la Felicidad de Alejandro Sieveking haciendo bolos por varios países latinoamericanos. Como solista del grupo folclórico graba su primer disco, dos villancicos. El año siguiente participa como asistente de dirección en el montaje de La Viuda de Apablaza de Germán Luco Cruchaga cuyo director era Pedro de la Barra y dirige la obra La Mandrágora de Machiavello.
En 1961 y como director artístico del grupo Cuncumén viaja por Holanda, Francia, Unión Soviética, Checoeslovaquia, Polonia, Rumania y Bulgaria.
En 1961 compone su primera canción, Paloma Quiero Contarte y sigue trabajando como asistente de dirección en el montaje de La Madre de los Conejos de Alejandro Sieveking. Al año siguiente, 1962 dirigiría para Ituch la obra Animas de Día Claro de Alejandro Sieveking.
Graba con el grupo Cuncumén el LP Folclore Chileno donde tiene dos canciones propias, Paloma Quiero Contarte y La Canción del Minero. Comienza a desempeñar la función de director en la Academia de Folclore de la Casa de la Cultura de Ñuñoa. Funciones que desempeñaría hasta 1968. En esa misma época y hasta 1970 forma parte del equipo estable de directores del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, Ituch y entre 1964 y 1967 es profesor de actuación en la universidad.
El trabajo de dirección teatral le lleva mucho tiempo y realiza, bien como asistente de dirección o como director, varios montajes entre ellos uno para la TV (para Canal, la TV de la Universidad de Chile) realizando una gira por Argentina, Uruguay y Paraguay con la obra Animas de Día Claro de Alejandro Sieveking. En 1963, es Asistente de Dirección de Atahualpa del Cioppo en el montaje de El Círculo de Tiza de Bertolt Brecht, para el Ituch.
Sigue componiendo música y en 1965 dirige la obra La Remolienda de Alejandro Sieveking y el montaje de La Maña de Ann Jellicoe, para el Ictus por las que recibe el premio Laurel de Oro como mejor director y el premio de La Crítica del Círculo de Periodistas a la mejor dirección por La Maña.

Cantautor
Ejerce de Director Artístico para el grupo Quilapayún entre los años 1966 y 1969 y hasta 1970 actúa como solista en La Peña de los Parra. Sigue cantando y dirigiendo obras de teatro y en 1966 graba su primer disco LP, Víctor Jara, editado por Arena.
Con casa Emi-Odeón grabaría el año siguiente los LP´s Víctor Jara y Canciones Folclóricas de América, junto a Quilapayún.
Sigue trabajando como director teatral y monta de nuevo La Remolienda recibiendo el premio de La Crítica por la dirección de "Entretenimiento a Mr. Sloane" y el Disco de Plata del Sello Emi-Odeón.
En 1969 monta la obra Antígonas de Sófocles para la Compañía de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Con la canción Plegaria a un labrador gana el primer premio en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena y viaja a Helsinki para participar en un Mitin Mundial de Jóvenes por Vietnam y graba Pongo en tus Manos Abiertas.
En 1970 participa en Berlín en la Conversación Internacional de Teatro y en Buenos Aires en el Primer Congreso de Teatro Latinoamericano. Se implica en la campaña electoral de la Unidad Popular y saca el disco Canto Libre.
Es nombrado Embajador Cultural del Gobierno de la Unidad Popular y en 1971 pone música, junto con Celso Garrido Lecca, al ballet Los Siete Estados de Patricio Bunster para el Ballet Nacional de Chile. Junto a Violeta Parra e Inti-Illimani entran en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad Técnica del Estado. Con la casa Dicap edita el disco El derecho de vivir en paz que le vale el premio Laurel de Oro a la mejor composición del año.
Trabaja como compositor de música para continuidad en la Televisión Nacional de Chile desde 1972 hasta 1973 e investiga y recopila testimonios en Hermida de la Victoria en los cuales basaría su disco La Población. Viaja a la URSS y a Cuba y dirige el homenaje a Pablo Neruda por la obtención del Premio Nobel.
Los campesinos de Ranquil le invitan a la realización de una obra musical sobre el lugar y dentro de su compromiso social toma parte en los trabajos voluntarios para impedir la paralización del país que las fuerzas reaccionarias quieren lograr mediante la huelga de camioneros.
Ese mismo compromiso le llevará en 1973 a realizar diferentes actos, participando en la campaña electoral para las elecciones al parlamento a favor de los candidatos de la Unidad Popular y respondiendo a un llamado de Pablo Neruda participa dirigiendo y cantando en un ciclo de programas de TV contra la guerra y el fascismo. Trabaja en varios discos que no podrá grabar y realiza la grabación de Canto por Travesura.
El golpe de estado del general Augusto Pinochet contra el presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de ese año le sorprende en la Universidad Técnica del Estado. Es detenido junto con otros alumnos y profesores.
Lo llevan al Estadio Chile donde permanece detenido varios días. Según algunas versiones, le torturan durante horas, golpeándole las manos hasta rompérselas con la culata de un revólver y finalmente le acribillan el día 15 de septiembre. Su viuda, Joan Jara, ha negado que le hayan arrancado las uñas y otra serie de torturas a las cuales se dice que habría sido sometido.
Fue un destacado militante del Partido Comunista de Chile, siendo miembro del comité central de las Juventudes Comunistas de Chile hasta el momento de su asesinato. Estando preso escribió su último poema y testimonio: Somos cinco mil.

Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fabricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Carta de Ángel Parra a Victor Jara
Querido Víctor:
Me despierto con ganas tremendas de escribirte para contarte lo que me sucedió anoche 24 de diciembre. Serían como las 12:10 cuando sonó el teléfono, nosotros dormíamos profundo, lo de siempre cuando te despiertas antes de haber terminado su noche, ¿quién será? ¿porqué tan tarde? etc. La llamada era de Chile, para decirme que formaba parte de los perdonados, que era parte del paquete de regalo de pascua que la dictadura ofrecía este año.
La voz querida de mi hermana sonaba radiante, ¿te acuerdas Víctor de su voz?
¡Se te acabó el exilio hermano, se te acabó el exilio!
Por un segundo compartí de corazón su alegría, la alegría de tantos otros que pelean todos los días a brazo partido por el fin del exilio y que en mi caso consiguieron mi perdón.
Perdón, ¿pero de qué, Dios mío me pregunto?
¿Me están perdonando tus 40 balas por la espalda?
¿Mi padre a quien no volveré a ver?
Ellos me están perdonando nuestros 30 mil muertos y ¿el río Mapocho ensangrentado?
Me perdonarán acaso los cadáveres que traía el Renaico en Mulchén?
¿Los fusilados de Calama (al quinteo, es decir 1-2-3-4-5-tú), el director de la Sinfónica Infantil de La Serena?
¿El padre Jarlan símbolo de los pobladores torturados violados relegados expulsados encarcelados desaparecidos?
¿Carmen Gloria, Rodrigo?
Parece que debo hacer una reverencia y agradecer el perdón.
Aquí no ha pasado nada y tan amigos como antes.
¿Qué te parece Víctor?
A veces pienso que es mucha la generosidad, y que soy un mal agradecido.
Me perdonan Marta Ugarte, Tucapel, el Chino Díaz, Weibell, los degollados, Pepe Carrasco, Corpu Cristi y yo no se agradecer.
¿Me siguen perdonando los cinco jóvenes desaparecidos en septiembre del '87, mi pueblo hambriento, la cesantía, la prostitución infantil y este nudo en la garganta permanente desde hace 14 años también me lo perdonan?
Me pregunto si en este gesto están incluidos mis amigos muertos en el exilio, Lira Massi, Ramírez Necochea, Guillermo Atias, Vega Queratt.
Estas en la lista, cual lista, ¿la de los que pueden reir pensar, circular, amar, morir, vivir?
En fin Víctor amigo, hace mucho tiempo que quería escribirte pero ya me conoces soy un poco flojo.
Te contaré que estoy componiendo mucho, entre merengues, tonadas, cumbias y cuecas, oratorios y pasiones, el tiempo pasa y se queda inscrito en el alma.
Quiero hablarte un poco de mi mujer a quien no conociste, pero conocerás algún día o no, mejor lo verás en ella cuando llegue el momento. Ella me ha dado algo que yo no sé como se llama, pero que se traduce en una cierta seguridad equilibrio y alegría de vivir, la misma que tú tenías junto a tu mujer. Me acuerdo perfectamente de tu claridad y seguridad en tus pasos, aventuras y destinos. Y eso se reflejaba en tu trabajo, el teatro, la peña, el partido, los sindicatos y los amigos. Siempre tenías tiempo para todo (yo me cansaba de mirarte). Me acuerdo que la Viola me decía, aprende, aprende. Espero haber aprendido algo.
Por ejemplo :
La humildad, el heroismo no se venden ni se compran, que la amistad es el amor en desarrollo, que los hombres son libres solamente cuando cantan, flojean o trabajan, chutean el domingo la pelota o se toman sus vinitos en las tardes, le cambien los pañales a su guaguas, distinguen las ortigas del cilantro, cuando rezan en silencio porque creen y son fieles a su pueblo eternamente como tú y como miles de anónimos maestros somnolientos de domésticas, mineros, profesores, bailarinas, guitarreras de la Patria. También quiero decirte al despedirme que París está bello en este invierno, que no acepto los perdones ofrecidos, que mi patria la contengo en una lágrima, que vendré a visitarte en primavera, que saludes a mis padres cuando puedas, que tengo la memoria de la historia y que todo crimen que se haya cometido deberá ser juzgado sin demora, que la dignidad es esencial al ser humano, que el año que comienza será ancho de emociones esperanzas y trabajos sobre todo para Uds. Víctor Jara que siembran trigo y paz en nuestros campos.
ANGEL PARRA, París, diciembre 1987.

El reconocimiento del asesinato
En 1990 la Comisión de Verdad y Reconciliación determinó que Víctor Jara fue acribillado el 16 de septiembre de 1973 en el Estadio Chile y arrojado a unos matorrales en los alrededores del Cementerio Metropolitano ubicado a orillas de la Carretera 5 Sur. Luego llevado a la morgue como NN, donde más tarde sería identificado por su esposa. Sus restos descansan en el Cementerio General de Santiago de Chile.
Como homenaje, a 30 años del golpe militar, en septiembre del 2003 se puso su nombre al Estadio Chile.

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