viernes, 18 de mayo de 2007

Félix Pando - El extraño del pelo largo

Tuvo plata y éxito en la adolescencia. Perdió todo y se fue a vivir a Alemania sin un centavo. Ahí editó discos para un público específico: los bebés.

Entre los 17 y los 20 años, Félix Pando vendió, como integrante de La Joven Guardia, más de 1.800.000 copias de un disco simple, El extraño del pelo largo. Hizo tres películas: El profesor hippie, El profesor patagónico y El extraño del pelo largo. Editó dos larga duración, participó de los coletazos que el hippismo dio también en la Argentina, a fines de los felices sesenta.

Hizo giras, tuvo fanáticas en la puerta de su casa, ganó un dinero desmedido, asombroso a cualquier edad. A los 21 años se radicó en Colonia, Alemania, con todo el capital que tenía: una guitarra, un charango y 800 dólares que había conseguido después de vender un Citroen 2CV que, según él mismo admite, estaba hecho bolsa.

¿Qué hiciste con la plata?

La reventé. Eramos muy chicos y teníamos demasiados amigos. Regalábamos autos, departamentos a las minas. Fuimos muy inconscientes. Además, no teníamos un tipo que nos guiara. Grabábamos y si tocábamos mal, tocábamos mal. No le importaba a nadie. Así un día pegamos uno, dos, tres éxitos y al otro día dejamos de vender discos.

¿Tanto ganaron con La Joven Guardia?

Sí; pensá que nosotros empezamos a los 16 años. Con Roque Narvaja, Iacho, el baterista que murió, y Enrique Masllorens éramos amigos adolescentes. Nuestra primera grabación la hicimos en RCA y sin permiso de nuestros padres. Fuimos de los primeros que usamos el pelo largo en plena época de Onganía. Antes de que el tema saliera, lo habíamos probado en la CBS pero no pasó nada: ellos decían que no se decía pelo sino cabello. Después, Francis Smith nos grabó el simple y nos encontramos con un éxito impensado.

¿Y qué pasó?

No sabíamos dónde estábamos. Y un buen día eso se acabó. Como había llegado, se fue. Dejamos de vender discos. Nos empezamos a pelear, nos desgastamos. Ya no era divertido. Estábamos todos hartos. Yo había viajado a Alemania para estudiar algunas técnicas de grabación y quedé enloquecido.

¿Y te fuiste?

Más o menos. Lo que pasó fue que, además de quedar impresionado con Alemania, cada día me impresionaba más lo que pasaba acá. Sólo que acá me impresionaba para mal. Era la época de la Triple A. Enrique y Roque habían hecho una música para un sector del peronismo; nuestro manager, Marcelo Duhalde, era el hermano de Eduardo Luis Duhalde, el abogado socio de Rodolfo Ortega Peña, que había sido asesinado en plena calle por la Triple A; unos tipos que decían ser de la SIDE preguntaron por nosotros en la discográfica. Entonces, me fui a Alemania. Ahí grabé un disco de rock en alemán y no pasó nada. Pero me quedé. Pude comprarme un estudio de grabación, después otro. Y así hasta hace menos de un año que me mudé a Miami.

Cuando llegó a Alemania, el extraño había perdido parte del pelo. El tiempo demostraría que mantenía intactas las mañas. Hoy Pando es más un hombre de negocios que un hippie: dio vida a dos colecciones de discos con más de 200 títulos: Art of Living, una especie de new age, y Happy Baby, música para bebés.

¿Cómo pasaste de La Joven Guardia a ídolo de los niños?

Esto empezó hace 17 años. Achin Perlederk, un importante empresario europeo, tenía la idea de hacer música para bebés. Pero nadie creía en esto. Un buen día empezamos. Para entonces había nacido mi hija Dominique y yo experimentaba con ella. Primero intentamos hacerlo con máquinas pero nos dimos cuenta de que no funcionaba. Entonces decidimos incorporar instrumentos verdaderos: pianos, flautas, violines, incluso guitarras eléctricas para el disco de canciones de Elvis Presley, Elvis para bebés.

¿Y la gente los compró?

No en un principio. Era muy difícil distribuirlos. Entonces, fuimos a un programa de la televisión alemana que tiene una audiencia enorme. El programa decidió hacer una prueba: pusieron a tres bebés en distintas habitaciones. A uno le hicieron escuchar rock, a otro música melódica y al tercero uno de nuestros discos. Colocaron cámaras y esperaron a que se durmieran. El que escuchaba rock, nunca se durmió; el que tenía música melódica de fondo se durmió a los 7 minutos. Y el nuestro tardó sólo dos minutos. Ese fue nuestro verdadero comienzo.

De ahí en más, la colección Happy Baby se distribuyó por todo el mundo y los discos se multiplicaron: Hay clásicos para bebés, Beatles para bebés, discos de country. Ahora pensamos hacer uno con Madonna y otro con Sting.


Nota de: JAVIER ROMBOUTS


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