martes, 1 de mayo de 2007

Parque Patricios “Breve crónica de un barrio porteño”

El proyecto civilizador que está en la base de nuestra cultura simbólica y material se revela en este barrio, cuyos hechos, edificios, costumbres y toponimias trazan un puente entre el pasado y el presente.

La ciudad de Buenos Aires se construye y reconstruye todos los días, sólo que en nuestro ir y venir, ocupados y atenazados por horarios y colectivos llenos, muy rara vez notamos los cambios. Se imprime a nuestra visión de la ciudad el ninguneo de la memoria que desestima la frecuencia inusitada con la que pasado y presente se entrelazan en edificios, nomenclaturas, hábitos y toponimias, de lo que resulta una yuxtaposición que hace que todas las épocas sean también nuestra época.
El barrio de Parque Patricios encarna como pocos el proyecto civilizador y ordenador que se inició a fines del siglo XIX. Para transformar a una sociedad, la ciudad es a su vez transformada.
No era un secreto para Sarmiento que el espacio urbano y civilizado de la metrópolis se construía a fuerza de cuadrícula, parquizado e iluminación, quizá por eso estaba obsesionado con la adopción definitiva del alumbrado público. La luz era higiénica, moralmente higiénica, como los árboles y canteros que reemplazaron al basural llamado “la quema” durante el emplazamiento del Parque Patricios (Almafuerte, Monteagudo, Uspallata y Caseros) bajo la mirada afrancesada de Carlos Thays quien lo inauguró en 1902. Parque creado para solaz y esparcimiento de los pobres, la gran mayoría de los cuales vivían hacinados en pequeñas casuchas de chapa en las cercanías, y que con su nombre logró borrar la denominación dada a la zona hasta ese momento: “barrio de las latas”. La luz, además, funcionaba como control. No por casualidad habían sido Los Corrales de Abasto, o Corrales Viejos, destinados a faenar ganado (en las actuales Catamarca, Boedo, Chiclana y Famatina), los primeros sectores de la ciudad (fuera del centro), junto con el Riachuelo, aquellos en los que se impuso el alumbrado eléctrico en 1889. Si bien se esgrimieron argumentos referidos al trabajo nocturno, otras parecían ser las razones que llevaron a iluminar con tanta urgencia una zona considerada muy marginal donde vivían principalmente los empleados de los Mataderos del Sur (hoy Plaza España).
El nuevo barrio emerge dando la espalda a este pasado de mataderos, cementerios y basurales. Como símbolo de su higiénica transformación la zona se puebla de hospitales y parques que van rodeando a prudencial distancia a la vieja cárcel de Caseros (y más tarde a su edificio complementario, la torre de la “Nueva Cárcel de Encauzados de la Capital Federal”, ambos cerrados).
La salud del alma y el cuerpo como proyecto civilizador toman cuerpo en el hospital de Tisiología, el de Gastroenterología, el Churruca, el Penna, la maternidad Sardá y el ex hospital Malbrán (hoy Instituto de Microbiología) con su serpentario y museo de animales venenosos. Quizá el más emblemático sea el Hospital Muñiz, especializado en infectología. Entre este hospital y la cárcel, sobre la Av. Caseros, está el Parque Ameghino. Ameghino y Muñiz siguen tan unidos como cuando estaban vivos. Uno frente al otro; hospital y parque. Ligados por historia y toponimia. El año en que nació Ameghino, Muñiz fundaba la Asociación de Amigos de la Historia Natural y donaba los primeros restos paleontológicos al museo de Luján, donde años después Ameghino llegaría a compararlos con sus propios hallazgos realizados a orillas del Río Luján. La carrera de preceptor que Ameghino inició en Buenos Aires -sus únicos estudios formales- se interrumpió debido a la epidemia de fiebre amarilla que se desató en enero de 1871, devolviéndolo a él a su pueblo y matando a Muñiz mientras curaba a los enfermos. Los más de doce mil muertos que dejó la peste fueron enterrados en el Cementerio del Sud, un solar que a principios del siglo XIX había sido la quinta de los Escalada y que hoy es –precisamente- el Parque Ameghino. En la actualidad es el paraíso de los paseadores de perros. A media mañana comienzan a llegar con sus jaurías de quince o veinte ejemplares de las más variadas razas, inocentemente ajenos a la importancia del predio salvo para usarlo como baño. Suele ocurrir que, excitados por alguna perruna razón, los animales ladren al unísono convirtiendo el descanso previsto bajo los frondosos árboles en una experiencia un tanto inquietante. Por lo demás, durante casi todo el día la añosa vegetación logra refrescar las entradas y salidas del hospital en verano mientras que su verdor perenne atenúa la lúgubre silueta de la cárcel en invierno.
Que alguien llegara a estar preso era una prueba irrefutable de morbosidad mental o de que la escuela había fracasado. Y en este barrio, la escuela no era cualquier escuela, era el Instituto Bernasconi, un monumental palacio-escuela del que no cabían dudas al verlo que encarnaba la confianza en el progreso y una nueva nación. Progreso que, además, bullía en los recién establecidos talleres, en las pequeñas fábricas, hilanderías y curtiembres que iban otorgando al barrio una fisonomía fabril. La tranquila calle Monteagudo al 400, a apenas dos cuadras del Parque Patricios, contrastaba, a principios de los años cuarenta, con el interior industrioso de la fábrica de juguetes de Curvenaldo Laratro, donde unos quince obreros producían diariamente varias decenas de autos y camiones de madera desarmables “El Pibe”. Y hasta en el nombre del club del barrio, fundado en 1908, se nos revela esta confianza en el progreso. Es el del globo aerostático utilizado por Jorge Newbery en sus vuelos iniciales: Huracán (A. Alcorta 2570). El deporte aparece tanto como ingrediente disciplinador de la ciudad y sus pobladores, como tema de charla cotidiana en el bar más característico del barrio, El Globito, en Caseros y Rioja.
Suele decirse que la ciudad se revela a quien la camina.
Quizá al recorrer el barrio de Patricios tengamos la suerte de cruzarnos con Milonguita, “la pebeta más linda e´Chiclana” (vivió en Chiclana 3148) la Estercita caída del tango de 1920 de Linning y Delfino.

Daniela Pelegrinelli

Artículo extraído de:

http://www.me.gov.ar/elegirdocencia/documentos/parque_patricios.rtf
Foto extraída de:
http://www.barriada.com.ar/ParquePatricios/ppatricios-fotos.htm

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